Adecuando la oración al ritmo respiratorio, el espíritu se calma,
encuentra el «reposo» (hesychia, en griego; de ahí el nombre
de «hesicasmo» dado a esta corriente espiritual de la oración).
El espíritu se libera de la agitación del mundo exterior, abandona
la multiplicidad y la dispersión, se purifica del movimiento desordenado
de los pensamientos, de las imágenes, de las representaciones,
de las ideas. Se interioriza y se unifica al mismo tiempo que ora con
el cuerpo y se encarna. En la profundidad del corazón, el espíritu y el
cuerpo reencuentran su unidad original, el ser humano recobra su «simplicidad».
-La Filocalia de la oración de Jesús