Aquiétate
Aparta un momento para orar cada día. Comienza tu rato de quietud
aquietando tu cuerpo y abriendo tu mente a una conciencia de Dios.
Respira profundamente, consciente que estás en la presencia de Dios y de
que esta Presencia está en ti. Deja ir tus inquietudes y ten fe en que
todo está bien.
Concéntrate
Cierra los ojos y deja ir cualquier pensamiento del mundo a tu
alrededor, comienza a pensar en Dios… acerca de Su presencia en tu vida.
Centra tu mente en un pensamiento, una idea o un versículo bíblico que
resuene contigo. Repite esta idea una y otra vez, bien sea en silencio o
en voz alta, hasta que se convierta en tu único pensamiento.
Medita
Permite que este estado mental de concentración te lleve a una
conciencia más profunda de Dios. “Estad quietos y conoced que yo soy
Dios.” Permanece quieto a medida que comulgas con esta presencia divina
en ti.
Date cuenta
Reconoce, desde lo más profundo de tu ser, de que eres uno con Dios.
Permanece en este conocimiento, en esta comprensión a medida que sientes
Su presencia sagrada, es una “comunión silenciosa del alma.” En este
estado receptivo de mente y corazón, está atento a la inspiración de
Dios, a las respuestas a tus oraciones.
Da gracias
Permite que la gratitud sea tu respuesta gozosa a esta experiencia de
comunión con Dios y con Su bondad infinita. Da gracias por las
bendiciones en tu vida, y muéstrate dispuesto a recibir tu bien.
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