Al buscar la guía divina, me dirijo a mi interior y presto atención a la presencia crística en mí. Cuando las oportunidades o los retos surjan, hago una pausa ... pregunto ... escucho ... y recibo una seguridad serena. Aunque mis respuestas vengan de varias maneras, reconozco el silbo apacible y delicado de Dios.
Estoy consciente de mis sentimientos e intuición. Cuando tengo la oportunidad de ayudar a alguien, busco ser un instrumento de paz y compasión. A menudo, el regalo más grande que puedo dar a alguien es escucharle de corazón. Deseo ser un canal por medio del cual Dios obra, y estoy dispuesto a ser una presencia amorosa. Estoy atento a la guía divina para saber qué decir o hacer.
Y todo el pueblo acudía a él por la mañana para oírlo en el Templo.—Lucas 21:38
-La Palabra Diaria.
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