En lo profundo de tu ser hay un lugar de una calma infinita al cual te
puedes retirar de las preocupaciones del mundo, donde encuentras la
seguridad de la presencia de Dios en tu vida y del poder de Dios para
bendecirte.
Toma tiempo para encontrar este lugar. Haz tiempo, si es preciso, pero
encuéntralo. El centro de paz yace en tu ser interior, aguardando el
reconocimiento e invitándote a entrar a su calidez y amor.
Cuánto debía apreciar el Salmista este centro de paz. “Junto a aguas de
reposo me pastoreará” (S. 23:2). “Meditad en vuestro corazón… y callad”
(S. 23:2). “En paz me acostaré y asimismo dormiré” (S. 4:8). Estas
palabras permanecen como un testimonio eterno de la calma en la cual
todos nosotros estamos centrados.
En este lugar de quietud la falta de armonía cesa, la tristeza es
eliminada y el odio es convertido en amor. Aquí, en este quieto lugar
interno, Dios nos asegura: Paz, hijo mío. Estoy contigo siempre.
¿Cómo entramos a este centro de paz? ¿Cómo encontramos las aguas tranquilas internas?
Jesús dijo que “El reino de Dios está entre vosotros” (Lc. 17:21). No
encontramos la paz en las cosas del mundo a nuestro alrededor. La
encontramos solamente en nuestro interior, en lo más íntimo de nuestro
ser. Buscarnos en lo externo es buscar en vano. Sólo en nuestro interior
hay paz, o la esperanza de paz.
Cuando encontramos el centro de paz en nuestro interior, encontramos
poder. Encontramos fortaleza para las actividades del día. Encontramos
renovación de nuestros cuerpos y mentes. Encontramos sustancia para
nuestro pan de cada día. Allí, en la quietud, comienzan las bendiciones
de Dios, porque allí en la quietud está Dios, el dador de todos los
regalos.
¿Dónde está la fuente de poder que ilumina tu luz eléctrica? ¿Está en
el filamento que brilla cuando pasas el interruptor? No, la fuente no es
el bombillo. Ni tampoco está en el interruptor ni en el cable.
Sigue el cable. ¿Encuentras la fuente de poder en los transformadores?
No, no está allí. ¿La encuentras en las turbinas enormes en la base de
la represa? No, tampoco está allí.
¿Está en el agua que cae, corre por las aberturas de la represa y hace
funcionar las turbinas? No, ni siquiera en el agua que corre.
El agua que corre, las turbinas, los transformadores, los cables, el
interruptor y el bombillo todos dan evidencia de poder. Pero, ¿dónde
está el poder? ¿Qué causa toda la actividad eléctrica, desde la represa
hasta tu bombillo, el cual ilumina tu habitación en la noche como que si
fuera el mediodía?
Detrás de la represa hay un gran lago de aguas tranquilas. Aquí, en la
quietud de las profundidades de este lago, está el poder. Sólo en la
quietud hay poder.
En la paz y la calma de tu ser interno hay poder. A medida que entras a
la quietud de tu alma por un rato cada día, encuentras todo el poder
que necesitas para renovarte para las actividades que tienes por
delante. Sigue esa línea de poder hasta su fuente. Entra a tu
conciencia, a la quietud en el centro de tu ser.
Pasa el interruptor que apaga tu atención a las cosas de tu mundo
externo. Entra, pasa por sobre los cables de preocupación por las
situaciones cotidianas y déjalas atrás. Pasa a través del transformador
de tu mente pensante que convierte las ideas divinas en proyectos
humanos y déjala atrás. Pasa la gran represa y las turbinas de tu
naturaleza emocional, donde las aguas comienzan a correr a la conciencia
como pensamiento y sentimiento. Allí encuentras las aguas de reposo del
Salmista.
Has encontrado la calma infinita, el centro de paz.
Aquí comulgas con tu Señor. Aquí eres renovado por las tareas del vivir
que tienes por delante. Aquí encuentras tu sustancia y sustento diario.
Aquí eres repuesto en el poder de Dios. Aquí recibes la seguridad de
que toda necesidad es satisfecha.
Una vez que has encontrado este lugar de calma infinita en ti, confía,
como la oveja confía en el pastor. Tu necesidad es la seguridad de Dios
de satisfacción. Cuando hayas comulgado con Dios junto a aguas de
reposo, continúa con tu vida, confiando en las promesas eternas de Dios.
Eres una creación de Dios y Dios es tu Creador. Confía en el amor de Dios por ti.
Visita a menudo el centro de paz interna.
Confía. Está en paz.
-Russell E. Smith
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