martes, 22 de febrero de 2011

EL VERDADERO VALOR DEL ANILLO



 

REFLEXIONES


Al parecer lo que cuenta a la hora de ser valorados por los demás, no es tanto nuestras cualidades más destacadas sino el nivel de autovaloración que uno tenga de
sí mismo. En realidad, lo que uno se considere a sí mismo, es justamente lo que los demás le considerará. 

Si una persona se considera atractiva y exitosa, y si además piensa que su compañía es un verdadero regalo para los seres que la tratan, no cabe la menor duda de que los demás, antes o después, la considerarán y pensarán exactamente así. Ni más ni menos. 

El pensamiento es un instrumento creativo y el hombre se convierte en aquello en lo que piensa. Sivananda 

Lo que hace años pensábamos que llegaríamos a ser en algún día futuro, bien sea en la profesión, en la afectividad, en la economía, en el desarrollo personal, en el poder de logro e incluso en la evolución espiritual, es justamente lo que hoy somos, ni más ni menos. Una consideración que sin duda, nos invita a dejar a un lado el “factor suerte” y asumir el poder creador de las propias creencias.

El listón y los límites se los pone cada cual en función de las creencias profundas de sí mismo y de sus propias posibilidades. En realidad uno mismo es creador, a menudo inconsciente, de su propio destino. 

En el relato de “El Anillo” sucede que mientras el muchacho piense que éste no vale, por más que trate de venderlo no transmitirá la carga de convicción a sus posibles clientes. Pues bien, el mismo proceso tiene lugar en la vida diaria con los sentimientos de seguridad o de inseguridad que acompañan a las acciones de la persona. 

No hay otra realidad que la que tenemos dentro de nosotros.
Herman Hesse

 

El amor a uno mismo está en relación con el grado de confianza y estima que uno hace de su persona. Una infancia con deficiencia de la Vitamina de Amor o bien en la que se ha despreciado y negado al sujeto, será un escenario propicio a la escasa autovaloración con la consiguiente instalación de la inseguridad. Merece la pena dejar muy claro a los hijos y, en general, a todos los niños, aspectos tales como que ellos son valiosos y amados, que realmente pueden hacer todo aquello que se propongan, que son muy queridos e importantes y que sus palabras y sus conductas merecen todo nuestro interés y respeto. 

Más tarde, cuando somos adultos, si nuestra autoestima no ha alcanzado el grado deseable, se convierte en una asignatura pendiente de la Inteligencia Emocional que conviene superar con sobresaliente ya que puede ser causa de dolor y tensiones soterradas que deben estar bajo control. Utiliza los talentos que poseas.
 
El bosque estaría muy silencioso si solo cantasen los pájaros que cantan mejor.
Henry Van Dyck

 
Conviene poner gran atención a las verbalizaciones totalizadoras con aspecto inocente que a menudo hacemos, como por ejemplo: “Qué tonto soy por no haber...” “Qué estúpido soy...” “Eres egoísta y torpe...”, “Soy incapaz de ...” “Siempre me pasa lo mismo, nunca aprenderé...” “yo nunca podré...” “Eres idiota...” 

Se trata de decretos negativos y reductores acerca de la identidad persona, y en realidad, aunque una parte de nosotros alguna vez “sea” eso, también en cualquier otra situación será lo contrario. Existen muchas partes o subpersonalidades de uno mismo, y todas tienen su momento y su función. 

Tengamos en cuenta que cualquier “decreto verbal” que hacemos acerca de nuestro ego personal, supone un mensaje a nuestro inconsciente que, a poco que se repita, se lo llegará a creer con suma facilidad con lo que procederá a conformar una creencia que, posteriormente, tenderá a convalidarse con pensamientos tales como: “Ya me parecía, compruebo una vez más que soy un inútil para...” o bien “Confirmo que logro todo lo que me propongo”  

Nuestra máquina de pensar se deja convencer por lo que sea, con tal de que se repita lo suficiente. George Gurjdieff  

Conviene evitar los decretos negativos que definen a nuestra persona y, en todo caso, cuando queramos referirnos a nuestros fallos, será más verdad el hecho de proceder a mencionarlos en términos tales como: “Una parte de mí se muestra insegura o bien, Una parte de ti se comporta de forma muy egoísta... A una parte de mi le cuesta mucho... Observo que una parte de ti no puede...” Sin duda, esta forma de expresión será más real que las totalizaciones habituales de: “Eres un egoísta” o “Yo soy muy inseguro”. 

El hecho de proceder sensatamente a subrayarnos las cualidades positivas que reconocemos en nosotros y asimismo subrayarlas también en lo demás, no debe confundirse con la arrogancia sino con el sano refuerzo de los procesos internos elegidos como saludables. De esta manera, nuestra mente las tendrá más en cuenta y las integrará en muchas acciones inconscientes. Por otra parte, el hecho de hacernos plenamente conscientes de nuestros logros, siendo benévolos con el propio proceso de aprendizaje existencial, supone también una manera eficaz de consolidar un buen nivel de autoestima. 

¿En qué he progresado hoy? ¿Qué cualidades positivas he expresado en el día de hoy?

Son dos preguntas que toda persona que quiera reforzar sus sentimientos de confianza y seguridad, debería formularse cada noche. En el caso de que se quiera optimizar el citado ejercicio convendrá que las respuestas se realicen por escrito, durante un período de 40 noches. De esta forma, el sujeto se verá obligada a repasar mentalmente el día vivido y consolidar los aspectos que su propia estadística precisa para una correcta valoración de sí mismo y un incremento del nivel de confianza y seguridad.  

Una vida no examinada, no merece la pena ser vivida. Socrates 

 El mensaje de “amor al prójimo” que se transmitió a través de los Evangelios, a veces no ha sido bien entendido ya que ha sido distorsionados hacia un “no quererse a uno mismo” por aquello de no caer en la vanidad y en la arrogancia. Tal distorsión, lejos de incitar a la generosidad terminaba por la negación a uno mismo en supuesto beneficio de lo ajeno. Una actitud que fue deteriorando la propia firmeza y asertividad de muchos creyentes, creando una gran inseguridad en el telón fondo de sus propios sentimientos. Esta errónea interpretación que, en muchos casos, sirvió para manipular, es particularmente triste, cuando en realidad, el mensaje del Evangelio fue “Ama a tu prójimo como a ti mismo”. 

El término “como” señala implícitamente que aquella persona que no se estima ni valora a sí misma tampoco podrá considerar a los demás. Otra forma de decir que aquel que no se quiere a sí mismo, no puede querer a los demás. 

En la esfera de la propia identidad, conviene distinguir dos yoes: Por una parte, el yo superficial o ego que es de quien se habla en el relato, es decir, el que es susceptible de alta o baja autoestima. Se trata del “yo persona” que ha sido conformado con los datos del carné de identidad y que se basa en un conjunto de memorias. Y por otra parte, existe el Profundo, la identidad esencial, el Ser, que es común a todos los sujetos y que puede ser definido como Espíritu, Consciencia, Totalidad, Infinitud...  

Una persona no es una cosa, ni un proceso, sino una apertura, un claro a través del cual, lo Absoluto puede manifestarse. Ken Wilber 

Para facilitar la comprensión de este concepto se puede pensar que así como todas las joyas de oro adoptan formas diferentes al salir del crisol, anillos, colgantes, pulseras... sucede que, cuando un día vuelven al crisol y de nuevo se funden, todas ellas siguen siendo lo que siempre fueron y nunca dejaron de ser: Oro. Una esencia que no ha nacido ni morirá, más allá de la forma temporal. 

De la misma manera sucede en los seres humanos. La identidad superficial, Raquel, Pablo, Cristina, Goyo... son como cada joya que emerge del crisol, es decir diferente de otros seres humanos, pero ninguna de esas personas ha dejado de ser lo que en realidad somos esencialmente todos: Luz, Océano de Conciencia, Espíritu. Algo que simplemente ES. 

Un anillo de oro tiene en todo momento, al igual que cada ser humano, una dimensión “persona” que, en el caso del anillo, caduca con la vuelta al crisol, y en el caso del género humano termina con la muerte del psicocuerpo. Y también cada anillo de oro y cada ser humano respectivo posee una dimensión esencial. En este caso, dicha esencia será el oro para el anillo y, a su vez, el Espíritu para el humano que por su Infinitud está más allá del tiempo y del espacio. En realidad, la esencia ni ha nacido ni morirá, ES. Y su acceso a Ello se logra tan sólo mediante una determinada experiencia de totalidad. 

El trabajo del ser humano tiene dos esferas de cultivo. Por una parte, el aprender a valorar su propio ego, desarrollando la aceptación y la estima a su propia persona como “entidad psicobiológica con las horas contadas”, y por otra, operar sobre la amnesia de la joya que se cree anillo y ha olvidado que es oro, que siempre fue oro, y que siempre será oro. 

Algunos lo nombran como la búsqueda de uno mismo, otros lo refieren como la búsqueda de Dios. Y en este sentido el hecho de trabajar por esta búsqueda es lo mismo que anhelar la propia Infinitud que no es otra cosa que anhelar un estado de conciencia. Unos lo llamarán paz profunda y otros afirmarán que lo tenemos dentro, tal y como afirma la Escuela Taoísta al decir que “el hecho de buscar a Dios es como buscar un buey cuando resulta que uno está montado en el propio buey”. 

En realidad, el llamado trabajo espiritual, más que elaborar conductas morales llenas de premios y castigos en un ambiente de “modelos ideales”, se basa en el descubrimiento de la verdadera identidad. El desarrollo espiritual por excelencia consiste en trabajar en el despertar de nuestra amnesia de infinitud, y culminar en la certeza de que tenemos un ego, pero sabiendo que no somos solamente ese ego, sino que, en realidad, somos Totalidad e Infinitud que “tiene” y se proyecta a través de un ego. 

El que no cree en sí mismo es un ateo.
Anónimo

Sin duda, algo que en virtud de nuestra amnesia de lo esencial, no se logra experimentar como no sea en momentos en los que nos vemos expandidos en la llamada “Gracia”. Es decir a través de Experiencias con mayúsculas que llegan a la vida de los seres humanos con cuenta-gotas y, a menudo, sin aparentes méritos especiales. Es por ello que si todavía no somos rozados por el ala de ese insólito ángel llamado “Milagro”, convendrá que nos rodeemos de “despertadores” que nos remitan al Recuerdo.

Cuentos para Aprender a Aprender - Jose Maria Doria

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