Las circunstancias no se presentan para satisfacer nuestras expectativas. Las cosas suceden por sí mismas. La gente se comporta tal como es. Aprovecha lo que realmente obtienes.
Abre los ojos: tienes que ver las cosas tal como son y así te ahorrarás el dolor de los falsos vínculos y de la decepción evitable.
Piensa en lo que te deleita, las herramientas con las que cuentas, las personas a quienes quieres. Pero recuerda que tienen su propio carácter específico, el cual poco o nada tiene que ver con la forma que tenemos de verlo.
A modo de ejercicio, piensa en la cosa más insignificante a la que te sientas vinculado. Pongamos, por ejemplo, que tienes una copa favorita. Al fin y al cabo, no es más que una copa, de ahí que si se rompe puedas soportarlo. A continuación toma una cosa o una persona para con quien tus sentimientos y pensamientos de apego sean más intensos.
Recuerda, por ejemplo, cuando abraces a tu hijo, a tu marido, a tu esposa, que estás abrazando a un mortal. Así, si uno de ellos muriera, podrías soportarlo con entereza.
Cuando algo acontece, lo único que está en tu mano es la actitud que tomas al respecto; tanto puedes aceptarlo como tomarlo a mal.
Lo que en verdad nos espanta y desalienta no son los acontecimientos exteriores por sí mismos, sino la manera en que pensamos acerca de ellos. No son las cosas lo que nos trastorna, sino nuestra interpretación de su significado.
¡Deja de asustarte a ti mismo con ideas impetuosas, con tus impresiones sobre el modo en que las cosas son!
Las cosas y las personas no son lo que deseamos que sean ni lo que parecen ser. Son lo que son.
Epicteto,
Un manual de vida
Abre los ojos: tienes que ver las cosas tal como son y así te ahorrarás el dolor de los falsos vínculos y de la decepción evitable.
Piensa en lo que te deleita, las herramientas con las que cuentas, las personas a quienes quieres. Pero recuerda que tienen su propio carácter específico, el cual poco o nada tiene que ver con la forma que tenemos de verlo.
A modo de ejercicio, piensa en la cosa más insignificante a la que te sientas vinculado. Pongamos, por ejemplo, que tienes una copa favorita. Al fin y al cabo, no es más que una copa, de ahí que si se rompe puedas soportarlo. A continuación toma una cosa o una persona para con quien tus sentimientos y pensamientos de apego sean más intensos.
Recuerda, por ejemplo, cuando abraces a tu hijo, a tu marido, a tu esposa, que estás abrazando a un mortal. Así, si uno de ellos muriera, podrías soportarlo con entereza.
Cuando algo acontece, lo único que está en tu mano es la actitud que tomas al respecto; tanto puedes aceptarlo como tomarlo a mal.
Lo que en verdad nos espanta y desalienta no son los acontecimientos exteriores por sí mismos, sino la manera en que pensamos acerca de ellos. No son las cosas lo que nos trastorna, sino nuestra interpretación de su significado.
¡Deja de asustarte a ti mismo con ideas impetuosas, con tus impresiones sobre el modo en que las cosas son!
Las cosas y las personas no son lo que deseamos que sean ni lo que parecen ser. Son lo que son.
Epicteto,
Un manual de vida
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